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miércoles, 16 de abril de 2008

Mensaje vaticano a todos los sacerdotes: «Prioridad de la oración»


Mensaje vaticano a todos los sacerdotes: «Prioridad de la oración»

Exhortación desde la Congregación para el Clero


CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 14 abril 2008 (ZENIT.org).- Ante la certeza de
que el ministerio sacerdotal y la misión de la Iglesia dependen de la
relación personal con Jesús, los sacerdotes están llamados a dar prioridad a
la oración respecto a la acción, subraya la Congregación vaticana para el
Clero.

En una carta a todos los presbíteros del mundo, el dicasterio prepara así la
Jornada mundial de oración por la santificación de los sacerdotes, que se
celebra en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el próximo 30 de
mayo.

Firmada por el cardenal prefecto Cláudio Hummes y el secretario de la
Congregación, el arzobispo Mauro Piacenza, la misiva exhorta a contemplar
«la perfecta y fascinante humanidad de Jesucristo, vivo y operante ahora»,
seguros de su Misericordia.

De aquí el dicasterio hace un llamamiento «a la prioridad de la oración
respecto a la acción», porque de aquélla depende una acción incisiva, esto
es, la misión debe alimentarse de la oración, «de la relación personal de
cada uno con el Señor Jesús».

Se reafirma la importancia de la oración frente al activismo y el
secularismo, según señaló Benedicto XVI en su Encíclica «Deus caritas est».
El paso siguiente, para los sacerdotes, es ser «expertos de la Misericordia
de Dios», apunta el cardenal Hummes en la carta, íntegramente publicada en
italiano en la edición de «L'Osservatore Romano» del sábado.


Y lanza una alerta: el sacerdocio no se puede contemplar como una especie de
carga inevitable «que se puede cumplir "mecánicamente", tal vez con un
articulado y coherente programa pastoral».

Realmente «el sacerdocio es la vocación, es el camino, el modo a través del
cual Cristo nos salva, nos ha llamado y nos llama ahora, para vivir con Él»,
precisa a los sacerdotes.

Esta «santa vocación» sólo tiene una «medida adecuada»: «la
radicalidad» --recuerda la carta--, la «total dedicación», que «Cristo
realiza día a día» en el sacerdote a través de su «renovada y orante
decisión».

«El mismo don del celibato sacerdotal hay que acogerlo y vivirlo en esta
dimensión de radicalidad y de plena configuración con Cristo -advierte el
purpurado--. Cualquier otra postura, respecto a la realidad de la relación
con Él, corre el riesgo de ser ideológica».


«Incluso la cantidad, a veces extraordinariamente grande, de trabajo que las
condiciones contemporáneas del ministerio nos piden sostener, lejos de
desalentarnos debe impulsarnos a cuidar, aún con mayor atención, nuestra
identidad sacerdotal, que tiene una raíz irreduciblemente divina», anima la
carta.

«En este sentido, en una lógica opuesta a la del mundo, precisamente las
particulares condiciones del ministerio nos deben llevar a "elevar el tono"
de nuestra vida espiritual --insiste--, testimoniando con mayor convicción y
eficacia nuestra pertenencia exclusiva al Señor».

Pues «lugar de la totalidad por excelencia es la Eucaristía», añade el
cardenal Hummes, recordando que es el sacramento en el que Jesús ofrece su
Cuerpo y su Sangre, «la totalidad de la propia existencia».

Por eso exhorta a los sacerdotes del mundo a la fidelidad «en la celebración
diaria de la Santísima Eucaristía» y a la adoración de Jesús sacramentado.
Tampoco aquí se trata de un mero cumplimiento, «sino de la absoluta
necesidad que advertimos» del Sacramento, «como respirar, como la luz de
nuestra vida, como única razón adecuada para una existencia presbiteral
realizada», constata.

De la relación con Jesús, «siempre alimentada con la oración continua»,
brota «la necesidad de hacer partícipes de ello a cuantos nos rodean», o
sea, brota la misión, «intrínseca a la naturaleza misma de la Iglesia» y
«connatural a la identidad sacerdotal», sintetiza el cardenal Hummes.

De aquí también se deduce el sentido de la Jornada que se celebrará
próximamente. «La santidad que pedimos diariamente -se lee en la carta a los
sacerdotes-, de hecho, no puede concebirse según una acepción
individualista, estéril y abstracta, sino que es, necesariamente, la
santidad de Cristo, la cual es contagiosa para todos».

Ello se concreta en el pueblo que es confiado al sacerdote y en la
responsabilidad de atenderlo. Aquí hay que ceder al amor de Jesús «para que
actúe Él a través de nosotros --advierte la carta a los sacerdotes--, porque
o dejamos que Cristo salve el mundo, obrando en nosotros, o bien corremos el
riesgo de traicionar la propia naturaleza de nuestra vocación».

Clave de ayuda en esta llamada es el «fundamento imprescindible de toda la
vida sacerdotal»: la Virgen María -recuerda el dicasterio--, pues reconduce
continuamente «bajo la Cruz de su Hijo» «para contemplar, con Ella, el Amor
infinito de Dios».

Orar y acompañar espiritualmente a los sacerdotes

Como hizo hace pocos meses, ahora, en vista de la Jornada mundial de oración
por la santificación de los sacerdotes, el dicasterio reitera la importancia
de que los presbíteros se encomienden a la oración de toda la Santa Madre
Iglesia, «a la maternidad del pueblo» del que son pastores y del que, a su
vez, tienen confiada su custodia y santidad.

«Pidamos este apoyo fundamental», exhorta.

Es urgente «un movimiento de oración que tenga en el centro la adoración
eucaristía continua -recuerda el cardenal Hummes, remitiéndose a otra misiva
anterior--, durante las veinticuatro horas, de manera que desde todo rincón
del mundo siempre se eleve a Dios una plegaria de adoración, acción de
gracias, alabanza, petición y reparación».

El objetivo es «suscitar un número suficiente de vocaciones santas al estado
sacerdotal y, a la vez, acompañar espiritualmente --como Cuerpo Místico- con
una especie de maternidad espiritual a cuantos ya han sido llamados al
sacerdocio ministerial», para que cada vez sirvan mejor a Jesús y a los
hermanos.

Por Marta Lago

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