SACERDOTES

Se recogen aquí las diversas noticias que va originando nuestra propia actividad sacerdotal.
AVISO. Desde el 21 de julio de 2008, las noticias nuevas sólo aparecerán en www.sacerdotesyseminaristas.org

miércoles, 18 de junio de 2008

Estanis se va a Hungría


El sacerdote de la Prelatura del Opus Dei, Estanislao Mazuchelli, ha sido destinado a Hungría, a donde ya tiene gran ilusión por llegar.

Estanis, como le conocemos cordialmente, era capellán del Colegio Mayor Albayzin de Granada y del Colegio Mulhacén. Esperamos que siga enviando sus creaciones al foro de homilías
y al foro de meditaciones.

Dominique. Sacerdote libanes

Dominique, de padre y madre libaneses, ha sido ordenado sacerdote recientemente para la Prelatura del Opus Dei. El Papa Juan Pablo II dijo que el Líbano, más que una nación es un mensaje: un mensaje de cordialidad, donde los cristianos tienen un papel muy importante para promover la vida cristiana y dar testimonio frente al mundo musulmán.

domingo, 15 de junio de 2008

Fernando Chica, sacerdote de Jaén, Asistente de la Pontificia Academia Eclesiástica


El sacerdote diocesano de Jaén, D. Fernando Chica Arellano ha sido nombrado Asistente del Presidente de la Pontificia Academia Eclesiástica en Roma por el Cardenal Secretario de Estado, Monseñor Tarsicio Bertone, conservando su anterior nombramiento en la Sección para Asuntos Generales de la Secretaría de Estado del Vaticano.

sábado, 7 de junio de 2008

6 de junio. Primera Misa de Arturo García Ruiz en Alhendín









Con la presencia de numerosos sacerdotes, autoridades militares y gran cantidad de personas de Alhendín que abarrotaban la Parroquia de la Inmaculada, el viernes 6 de junio de 2008 tuvo lugar la Primera Misa de Arturo García Ruiz, que fue ordenado Presbítero para Arzobispado Castrense de España el día 31 de Mayo en la Iglesia Catedral de las Fuerzas Armadas de España, en Madrid.

La homilía tuvo como tema la vocación a la santidad de todos los cristianos.

Haciendo gala de sus dotes para el canto, Arturo se atrevió a cantar algunas partes de la Misa como el Prefacio y algunas oraciones. La Misa fue votiva de la Virgen, como no podía ser de otra manera en un hijo de Alhendín - que tanto cariño tienen a la Madre de Dios- . De hecho, durante la acción de gracias, tradicional en las Primeras Misas, Arturo no se dirigió a su familia o a los asistentes, sino que vuelto hacia la Inmaculada de Alhendín le dió las gracias por los dones recibidos y las personas que han intervenido en su formación para ser sacerdote. También le dedicó una hermosa poesía que hizo estallar en aplausos a los asistentes.

Rafael Pérez Bujaldón, in memoriam

Fuente. Semanario Fiesta nº781. 18 de mayo de 2008

El 7 de mayo pasado fallecía el benemérito sacerdote Rafael Pérez Bujaldón, a la edad de 86 años. Había nacido en Purchena (Almería) en septiembre de 1921.

Fue ordenado el 31 de mayo de 1987, cuando contaba 66 años. En la primera etapa de su vida adulta, había contraído matrimonio cristiano con Dª Julia Acosta, de cuya unión nacieron ocho hijos. Durante muchos años trabajó como empleado en el Colegio Notarial de Granada, rodeado del cariño de sus jefes y compañeros. Cuando quedó viudo y sus hijos podían valerse por sí mismos, solicitó ser admitido en el presbiterio diocesano. Bajo la guía espiritual del párroco de San Agustín, D. Francisco Puertas, delegado por el Arzobispo para tal fin, se preparó convenientemente.
Ejerció su ministerio sacerdotal como Vicario cooperador de San Agustín desde 1987 hasta 2002. Su experiencia en el tratamiento y gestión de documentos propició que se le nombrase notario de la Secretaría General del Arzobispado desde 1988 hasta 1997, así como notario del Tribunal de la Causa de los Santos y de los Mártires, y de varios procesos diocesanos de beatificación. Fue miembro de la Secretaría del Sínodo Diocesano, y desde 2001 canónigo Honorario de la Catedral. En la actualidad, servía a la Parroquia de San Juan de Letrán como adscrito.
Compaginaba su edad avanzada con una gran vitalidad física y una envidiable lucidez mental. La cordialidad y afabilidad de su carácter hicieron que su incorporación al presbiterio diocesano se desarrollase con afectuosa integración tanto entre los presbíteros mayores como entre los jóvenes.
Tras las exequias, presididas por el Arzobispo de Granada, D.Javier Martínez, se realizó el sepelio en la cripta de la Catedral. ¡Descansa ya en paz!
Autor: Juan Sánchez Ocaña

Manuel Torres Bayo, in memoriam


Fuente: Semanario Fiesta nº780. 11 de mayo de 2008

Tras una prueba de intenso sufrimiento a lo largo de varios meses en el hospital de San Rafael, el pasado 27 de abril moría, tras una intervención en el Hospital Clínico de Granada, el sacerdote Manuel Torres Bayo. Una cincuentena de sacerdotes, presididos por el Obispo y numerosos fieles de Las Gabias, lugar de su nacimiento, de los pueblos que ha servido como párroco, especialmente en Loja, oraron por él en el día de su entierro.

Hacía pocos días que había celebrado el 47 aniversario de su ordenación, que tuvo lugar en la Encarnación de Santa Fe, el día 26 de marzo de 1961. Desde entonces, su vida de servicio sacerdotal se ha desarrollado siempre en parroquias rurales, comenzando por Alhama como coadjutor, para pasar en 1962 a Fuente de Cesna, y a Huétor Tájar, en 1963, como vicario cooperador. En 1964 fue destinado a Domingo Pérez y en 1970, a Guadahortuna. Después sirvió a la parroquia de Albolote desde 1978 hasta octubre de 1985, fecha en la que fue destinado a la Encarnación de Loja, donde ha permanecido más de veinte años.
Su manera de ser la ha llevado a estar siempre en la zona de sombra, sin buscar nunca brillo alguno, sino sólo el servicio callado, abnegado y celoso por el bien espiritual de sus feligreses. Su sencillez rayaba a veces en una ingenuidad cautivadora: sin trastienda, nunca imaginaba segundas intenciones en los demás. La bondad le brotaba de modo espontáneo, sin esfuerzo, ya desde sus estudios en el Seminario. No en vano, un compañero avispado lo definía, entonces, en clave de humor, "como un trozo de pan untado de aceite".
Los feligreses de las parroquias que ha servido certifican la verdad de su vida y la trascendencia de su conducta. Ellos, como sus compañeros de presbiterio, agradecen a Dios sus setenta y cuatro años de vida temporal, de los que 47 ha gastado en el cuidado parroquial.
Los sufrimientos de los últimos meses, aceptados con amor, han dado profundidad a su entrega en el ministerio activo. "En este altar de cama en el hospital, Manolo, estás celebrando diariamente una preciosa Eucaristía, como lo has hecho durante tantos años en el altar de la Encarnación de Loja", le dijo el Arzobispo de Granada al visitarlo, mientras besaba la mano del enfermo.
Su partida trae, además, la consideración de su pertenencia al grupo mayoritario de presbíteros diocesanos de edad avanzada y, por tanto, en lógica disminución de fuerzas. Este hecho debe llevar a los cristianos a rogar a Dios que suscite vocaciones al sacerdocio para reemplazar a los que ya sienten el cansancio del camino. Así lo pidió a los fieles el pastor diocesano en las exequias por el que había llegado al término de la travesía terrena. ¡En paz ya descansa y vive Manuel Torres Bayo!
Autor: Juan Sánchez Ocaña

A nuestro párroco D.Manuel
Agradecimiento de los feligreses de la Encarnación de Loja al que ha sido su párroco durante tantos años, D.Manuel Torres Bayo.

En nombre de mis paisanos lojeños, quiero dar las gracias a D.Manuel por haber sido el pastor fiel que ha dado su vida por su rebaño durante 22 años. Cumplidor de su deber cien por cien, dio prueba de su amor a la Iglesia representada en la jerarquía. Llevó una vida austera y no escatimó nada para embellecer su parroquia. Su entrega y cercanía se ganó el cariño de todos como lo han demostrado en su enfermedad interesándose por su salud. Todos hubiéramos querido despedirle con un merecido homenaje pero el Señor lo ha sustituido por un abrazo de Padre en el Cielo. Pida para que seamos auténticos cristianos comprometidos y surjan vocaciones sacerdotales que sigan su ejemplo. Gracias D.Manuel. Que Dios le paguie el bien que nos ha hecho. En usted se habrá hecho realidad esa verdad del Evangelio: "Quien pierde su vida por Mí, la encontrará".
Autor: Feligreses de la Encarnación de Loja

jueves, 5 de junio de 2008

Malagueño y profesor universitario ordenado sacerdote el 24 de mayo en Roma


"O arreglas el mundo o te reconcilias con él"

El malagueño y profesor de Universidad Alfonso Berlanga

es ordenado hoy sacerdote en Roma

Málaga 24 de mayo de 2008. El malagueño Alfonso Berlanga, de 32 años y actualmente profesor de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma, es ordenado sacerdote hoy sábado a las 16.00 horas en la Basílica San Eugenio de Roma por el prelado del Opus Dei, monseñor Javier Echevarría. Este malagueño será ordenado sacerdote junto con otros 35 diáconos procedentes de quince países. Berlanga, universitario y sonriente empedernido reconoce que de vez en cuando sigue los resultados del Málaga y de la liga española por internet. "También por tradición familiar, sigo un poco al Real Madrid, aunque parte de los domingos por la tarde lo dedico a escribir a los amigos".

Si algunos compañeros de Universidad le dicen hace años que va a ser sacerdote ¿se hubiera echado a reír? o ¿se hubiera puesto a temblar?

Cuando menos, me hubiera dado un susto, supongo...
¿Y cómo se arregla el susto?
En eso estoy.... je, je.. Supongo que la vida te va situando en tu lugar. Tienes y haces una trayectoria. Yo soy hijo único. Mi padre (q.e.p.d.) trabajaba en una gestoría; mi madre es empleada de banca. La escuela y los amigos completan la educación de la familia. En mi caso, fui alternando la enseñanza pública y la privada con muchos amigos. A los nueve años pasé del colegio Puertosol a El Romeral, donde hice la mayor parte de los estudios de primaria y secundaria. Luego, el último año de bachillerato lo hice en un Instituto Galileo en Almería: fue todo un cambio, pero ayudó a ser más abierto, a conocer a mucha gente, a organizarme el tiempo... e incluso nació el interés por cursar la carrera de Filosofía, en parte por rebelde, porque no me creía que las cosas que nos contaban fueran "sencillamente así de simples". Al año siguiente me trasladé a la Universidad de Navarra. Después fui a Jaén a trabajar...

Todos los caminos conducen a Roma... ¿pero hay algún camino que conduzca a Málaga?
Los malagueños son gente abierta, con mucha chispa para los chistes; pero de Málaga.... pues... me quedo con su bahía. Aunque suene un poco hortera: me encantaba dar un paseo largo al final de la tarde respirando la brisa que venía del mar. Algunas veces solo, otras con amigos: eran esos momentos en los que uno "arregla el mundo" o se "reconcilia con él".

¿Cómo han reaccionado sus padres, parientes y amigos ante la noticia de su ordenación?
La primera en conocer la noticia fue, lógicamente, mi madre: se llevó una buena sorpresa y necesitó un par de días para asimilarla. Toda la familia se ha alegrado mucho y ya han reservado billete de avión. La ocasión me ha servido también para retomar contacto con amigos de la infancia a los que hacía tiempo que no veía. Un buen amigo de la familia respondía así a la carta que le envié: "Creo que es una bendición de Dios el haberte llamado al sacerdocio y que tú le hayas seguido. Será sin duda tu felicidad y también la de tu madre, como le he dicho. No conozco a ninguna madre de un sacerdote que no se sienta feliz por ello, aunque al principio se sorprenda". Por distintas causas muchos no podrán asistir a la ordenación en Roma, pero han quedado en asistir a la Misa de acción de gracias que celebraré en Málaga; y hay más de uno que me ha pedido hablar más tranquilamente, para "seguir arreglando el mundo".

Pero en su caso usted era ya profesor de Filosofía de bachillerato ¿Cómo eso de ser sacerdote?
Desde pequeño mi padre quería que estudiase derecho; como el derecho no me atraía, él seguía animándome a sacar una oposición en la administración pública. Se ve que pensaba en un futuro laboral seguro, pero acabé decidiéndome por la Filosofía. Siempre he visto la enseñanza como mi vocación profesional y así por ejemplo, desde los quince años, comencé a impartir clases particulares para ganarme unas pesetas de las de entonces. Con los años, esas clases eran algo más que unas sesiones de refuerzo, y era muy gratificante ver a los chicos mejorar en tantos aspectos de su vida cuando tenían bien orientado el estudio. Después he visto cumplida esa aspiración: en Jaén estuve dando clases en la enseñanza secundaria (Latín, Lengua castellana, Filosofía), y ahora en Roma he comenzado este curso académico con la docencia universitaria en la Pontificia Università della Santa Croce. O sea, que sirves a los demas y el sacerdocio es un don exclusivo para intentar servir 24 sobre 24 horas.

El sacerdocio ¿supone un cambio a ese deseo o perfecciona sus pensamientos?
No cabe duda de que un sacerdote ha de tener las cualidades de un profesor: está llamado a enseñar la ciencia que enseña a ser felices en la tierra y a ganarse el Cielo- y a acompañar a todas las personas al encuentro con Jesucristo desde el nacimiento hasta el último día de su vida. En este sentido, el sacerdocio amplía los horizontes de esta misión. Para cumplirla con esmero hace falta la paciencia, el optimismo y la comprensión que he podido ver en la vida de tantos compañeros profesionales que encarnaban esas virtudes.

¿Cómo y dónde conoció el Opus Dei en Málaga?
Mi primer contacto con el Opus Dei podría calificarlo de poco consciente: tenía apenas nueve años y dos primos de mi edad me convencieron para que les acompañara a un campamento de verano organizado por el Club Juvenil Maestranza. Era la primera vez que salía de casa y aquellos días me vinieron muy bien, aunque, como era un poco de "piso", se me hicieron un poco largos. El primer contacto consciente tuvo lugar en 1989 -entonces era alumno del colegio El Romeral- y un gran aficionado al ping-pong: recuerdo bien los partidos y los campeonatos que echaba con los amigos en las instalaciones del Club Maestranza; incluso celebré allí mi cumpleaños. Mi madre trajo una tarta descomunal y, como era un viernes por la tarde, aparecieron todo tipo de "invitados" que no le hicieron ningún feo al pastel...

Ya. Todo normal...
En Málaga y luego en Jaén recuerdo la alegría y el buen humor de la gente de la Obra... pero en su momento: cuando tocaba estudiar, metíamos toda la intensidad y en la sala de estudio no se oía una mosca. Aquello me gustó. Además, recuerdo que enseguida me animaron a hacer cinco minutos de oración delante del Sagrario: en el colegio, o en la iglesia cercana a mi casa, o en el oratorio del Club, intentarlo hacer todos los días.

Y ¿no había algo que le llamara la atención?
La importancia que se le daba al estudio y el acercar a nuestros amigos a Dios; y quedaba claro que en el Centro del Opus Dei el lugar de referencia era el oratorio: no salíamos o entrábamos sin eso que se llama saludar al Señor. Recuerdo con claridad una conversación donde un amigo de club Maestranza me abrió unos horizontes entusiasmantes: era posible convertirse -con todos tus defectos- en grandes hombres, grandes santos... Con el tiempo descubrí que aquello era una enseñanza de San Josemaría en Camino.

Finalmente, dígame algún libro que le haya marcado en su vida.
Como hay tanto donde escoger, no suelo releer libros. Entre esos pocos está La potencia de uno, de Brice Courtenay. Una novela ambientada en África -luego se hizo una película- que cuenta los profundos cambios sociales del siglo pasado, a través de los ojos de un niño de nueve años. El protagonista se abre paso en la vida y llega a ser un buen boxeador; después de uno de sus combates lanza una afirmación que siempre me ha dado que pensar: "el pequeño vence al grande: primero con la cabeza y luego con el corazón. Yo había aprendido la regla más importante para ganar...no dejar de pensar... en los demás".

martes, 3 de junio de 2008

Una información útil para los sacerdotes de Granada

Hay una tienda donde venden clergymans de microfibra (super-fresca) a buen precio: 149 euros. Arreglo de los pantalones sin cobrar, y van a ver la posibilidad de conseguir un segundo pantalón.

La tienda se llama "Luis Castilla" y está en la calle Sierpe Baja (una traversa de Mesones: en la esquina Mesones/Sierpe Baja hay una tienda Benetton).


lunes, 2 de junio de 2008

El Sacerdote Tomás Jurado nombrado Canónigo de la S.I. Catedral de Jaén

Rvdo. Sr. Tomás Jurado Lérida,
nuevo Canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Jaén

 

El Obispo de la Diócesis ha conferido, con fecha 31 de mayo de 2008 la canonjía vacante en el Excmo. Cabildo Catedralicio de la Santa Iglesia Catedral de Jaén, en favor del Rvdo. D. TOMÁS JURADO LÉRIDA, Sacerdote diocesano, en la actualidad Director Espiritual del Seminario diocesano y hasta hace unos meses Párroco de San Félix de Valois, en la Ciudad de Jaén.

 


TOMAS JURADO LÉRIDA

Fecha de nacimiento: Jabalquinto, 14 de Julio de 1933

Fecha de ordenación: Jaén, 29 de Junio de 1960

CARGOS ACTUALES

-          Director Espiritual del Seminario diocesano

-          Miembro de la Comisión Asesora del Instituto de Sustentación del Clero

-          Miembro del Consejo de Órdenes

-          Miembro del Consejo Presbiteral

Cargos que ha desempeñado en la Diócesis

Párroco de Santa Elena

Párroco de Arroyo del Ojanco

Párroco de Pegalajar

Párroco de Torreperogil

Encargado de La Encarnación (Bailén)

Arcipreste de La Carolina

Párroco de Marmolejo

Arcipreste de Arjona

Párroco de San Félix de Valois (Jaén)

Confesor extraordinario del Seminario

Miembro del Consejo Presbiteral

Miembro del Consejo Pastoral Diocesano

Arcipreste de  Jaén-Ntra. Señora del Valle



miércoles, 28 de mayo de 2008

26 mayo. Retiro para el Clero. "Ministerio presbiteral y espacios de comunión"



El 26 de mayo se celebró un Retiro para el Clero en el Seminario de Granada con el tema "Ministerio presbiteral y espacios de comunión", impartido por Blas Gordo, Vicario de Pastoral de la Archidiócesis de Granada.

Su exposición se estructuró alrededor de cuatro puntos (resumen personal de los apuntes tomados):
1. El presbiterado como ministerio relacional.
El sacerdote ha de reflejar la vida trinitaria, en relación. Y esta relación se establece en cuatro ámbitos:
a) Relación con Jesucristo, cabeza de la Iglesia. Cristo actúa en y a través del presbítero, por lo que es imprescindible cultivar la amistad con Él, pues Cristo conoce perfectamente aquello que agrada a Dios.
b) Relación con el obispo. El sacerdote ayuda en la misión del obispo, que es quien nos envía. Por eso se ha de vivir esta relación con actitud de afecto, obediencia y disponibilidad.
c) Relación con el presbiterio. La íntima fraternidad entre los sacerdotes procede del sacramento recibido, la común consagración y la misión. El obispo es responsable de este conjunto sacerdotal orgánico.
d) Relación con los fieles. Cada fiel cristiano es sacerdote de su propia vida, que ofrece a Dios. El sacerdote ministerial ejerce un servicio a los fieles, consistente en presidir, marcar el ritmo buscando que crezcan en santidad y en número. El encuentro con los fieles converge en la Eucaristía.
2. Ministerio corporativo. Formamos parte de un cuerpo, por lo que no es eficaz actuar aisladamente, aunque cada uno actúe personalmente. Las diferencias sirven para enriquecer la Iglesia y es importante alegrarse del don del otro.
3. Nuevos métodos, nuevo ardor. Ante las dificultades existe la tentación de evadirse en otras actividades, deprimirse, pero hemos de trabajar para que el presbiterio esté unido y así responder a los problemas de nuestro tiempo. El principio ha de ser la espiritualidad de comunión, que uno en la Iglesia se sienta en familia. Hay que mirar el misterio de la Trinidad en el otro, salir de mí mismo para buscar la presencia de Dios en el hermano". Sin espiritualidad de comunión, los medios externos de comunión serían simples máscaras.
4. Espacios de comunión. Teniendo presentes estos principios hay varios ámbitos en los que se puede concretar esta espiritualidad de comunión.
a) Parroquia. No es un lugar de servicios, sino de acontecimientos. La parroquia es lugar de maternidad, donde nacen los cristianos que serán sal y luz. Recomendó el libro "La parroquia reencontrada" publicado por el Consejo para los Laicos. La falta de clero ha de llevar a una mayor implicación de los laicos en la vida parroquial, donde el sacerdote es el coordinador de las diversas actividades. Para ello es necesaria la formación y un cambio de mentalidad. Por supuesto teniendo en cuenta que las necesidades y posibilidades son diversas en parroquias de ciudad y en parroquias rurales.
b) Consejo de pastoral parroquial. La figura del Consejo de Pastoral, aunque sea un ámbito consultivo favorece enormemente la continuidad de las iniciativas y vida de las parroquias. Es necesario que los miembros del Consejo estén bien formados en el espíritu de comunión, para que puedan ser promotores de comunión.
c) Arciprestazgo. Es un ámbito privilegiado para la fraternidad sacerdotal. Favorece el sentirse miembros de la diócesis y de la Iglesia universal. En el arciprestazgo se aprende a trabajar en equipo. En él se pueden analizar las necesidades, ofrecer soluciones, unificar criterios, plantear actividades conjuntas. La figura del arcipreste es clave para que las reuniones sean variadas, atractivas y tengan momentos de oración, diálogo, análisis de la realidad, compartir. En algunos casos es interesante la creación de un Consejo de pastoral arciprestal, en el que puedan participar las personas relevantes para la pastoral de un territorio: consagrados, laicos que colaboran, etc... Los vicarios territoriales son también un elemento de comunión entre los distintos arciprestazgos. Por su parte, las Delegaciones Diocesanas, lejos de ser una simple estructura burocrática, son servicios a la comunión en la Diócesis.
d) Equipos sacerdotales. Es un hecho que los sacerdotes se reúnen de forma espontánea para trabajar juntos, recibir formación, compartir experiencias, o incluso residir en el mismo lugar. Todas estas iniciativas deben verse como una riqueza para la vida en comunión y evitan en gran medida evasiones funestas.

Qué es un párroco. Respuesta de Benedicto XVI en el encuentro con sacerdotes de Belluno-Feltre y Treviso


-Me llamo don Arnaldo. Santo Padre, debido a las exigencias pastorales y del ministerio, juntamente con el número cada vez menor de sacerdotes, nuestros obispos se ven obligados a redistribuir el clero, a menudo acumulando compromisos y encomendando varias parroquias a la misma persona. Eso afecta a la sensibilidad de numerosas comunidades de bautizados y a la disponibilidad de nosotros, los sacerdotes, para vivir juntos —sacerdotes y laicos— el ministerio pastoral. ¿Cómo vivir este cambio de organización pastoral, privilegiando la espiritualidad del buen Pastor? Muchas gracias, Santidad.

-Benedicto XVI: Sí, con su pregunta volvemos a la cuestión de las prioridades pastorales, de cómo debe actuar un párroco. Hace poco tiempo, un obispo francés, que era religioso y por tanto nunca había sido párroco, me decía: "Santidad, quisiera que me explicara lo que es un párroco. Nosotros, en Francia, tenemos grandes unidades pastorales, con cinco, seis o siete parroquias, y el párroco se transforma en un coordinador de organismos, de trabajos diversos". Y le parecía que el párroco, al estar así ocupado en la coordinación de esos diversos organismos, ya no tenía la posibilidad de un encuentro personal con sus ovejas; y él, al ser obispo —y, por tanto, un gran párroco—, se preguntaba si es bueno ese sistema o si se debería buscar la manera de hacer que el párroco sea realmente párroco, es decir, pastor de su grey.

Naturalmente, yo no podía dar una receta para resolver esa situación de Francia, pero el problema hay que plantearlo en general. El párroco, a pesar de las nuevas situaciones y las nuevas formas de responsabilidad, no debe perder la cercanía con la gente; debe ser realmente el pastor de esa grey que le ha encomendado el Señor. Hay situaciones diversas; pienso en los obispos que en sus diócesis afrontan situaciones muy distintas; deben tratar de lograr que el párroco siga siendo pastor y no se convierta en un burócrata sagrado.

En cualquier caso, creo que la primera manera de estar cerca de las personas que nos han sido confiadas es precisamente la vida sacramental: en la Eucaristía estamos juntos y podemos y debemos encontrarnos. El sacramento de la Reconciliación es un encuentro personalísimo. También el Bautismo es un encuentro personal; y no sólo el momento de administrar el sacramento.

Todos estos sacramentos tienen un contexto: bautizar implica primero catequizar de algún modo a esta joven familia, hablar con ellos, a fin de que el Bautismo sea también un encuentro personal y una ocasión para una catequesis muy concreta. Lo mismo se puede decir de la preparación para la primera Comunión, para la Confirmación y para el Matrimonio: siempre son ocasiones donde en realidad el párroco, el sacerdote, se encuentra directamente con las personas; él es el predicador, el administrador de los sacramentos, en un sentido que implica siempre la dimensión humana. El sacramento nunca es sólo un acto ritual; el acto ritual y sacramental es la condensación de un contexto humano en el que se mueve el sacerdote, el párroco.

Además, me parece muy importante encontrar el modo correcto de delegar. El párroco no se debe limitar a ser el coordinador de organismos. Más bien, debe delegar de diferentes maneras. Ciertamente, en los Sínodos —y aquí, en vuestra diócesis, habéis tenido un Sínodo— se encuentra el modo de librar suficientemente al párroco para que, por una parte, conserve la responsabilidad de toda la unidad pastoral que se le ha encomendado, pero, por otra, no se reduzca sustancialmente y sobre todo a ser un burócrata que coordina. Debe tener en su mano los hilos esenciales, contando luego con colaboradores.

Creo que uno de los frutos importantes y positivos del Concilio ha sido la corresponsabilidad de toda la parroquia. Ya no es sólo el párroco quien debe vivificar todo, sino que, dado que todos formamos la parroquia, todos debemos colaborar y ayudar, a fin de que el párroco no quede aislado arriba como coordinador. Debe ser realmente un pastor, con la ayuda de colaboradores en los trabajos comunes que se realizan en la vida de la parroquia.

Así pues, esta coordinación y esta responsabilidad vital de toda la parroquia, por una parte, y la vida sacramental y de anuncio, como centro de la vida parroquial, por otra, podrían permitir también hoy, en circunstancias ciertamente muy difíciles, que el párroco conozca efectivamente a sus ovejas y sea el pastor que de verdad las llame y las guíe, aunque tal vez no las conozca a todas por su nombre, como el Señor nos dice refiriéndose al buen pastor.

Ver todas las preguntas y respuestas del encuentro de Benedicto XVI con sacerdotes de Belluno-Feltre y Treviso

martes, 27 de mayo de 2008

NUEVO DIRECTOR DEL CENTRO DE ESPIRITUALIDAD DE LA YEDRA (JAÉN)

NUEVO DIRECTOR DEL CENTRO DE ESPIRITUALIDAD DE LA YEDRA

 

Con fecha de hoy, lunes 26 de Mayo, el Obispo de la Diócesis, Mons. Ramón del Hoyo López ha nombrado como Director y nuevo Gerente-­Administrador del Centro de Espiritualidad de la Yedra al Rvdo. D. MARIANO CABEZA PERALTA, y a D. FRANCISCO ALDARIAS MORENO, ambos con residencia en la Ciudad de Baeza, quienes formarán parte asimismo del Consejo de Administración constituido para el expresado Centro por Decreto del pasado 2 de septiembre de 2006.

 

Igualmente el Obispo agradece al Rvdo. D. Juan Párraga Barranco y a D. José Bueno Osorio su colaboración durante este tiempo que han desarrollado con ejemplar dedicación y generosidad en favor de esta obra diocesana.

 

Para más información

Mariano Cabeza: 953.74.04.30

 

 

lunes, 26 de mayo de 2008

Tres sacerdotes de Jaén nombrados Prelados de Honor de Su Santidad

NOTA DE LA VICARÍA DE COMUNICACIÓN DEL OBISPADO DE JAÉN

 

El Sumo Pontífice Benedicto XVI se ha dignado designar el pasado día 1 de Abril Prelados de Honor de Su Santidad a los Sacerdotes de la Diócesis de Jaén: Ilmos. Sres. D. Félix Martínez Cabrera, D. Jesús Moreno Lorente y D. Manuel Bueno Ortega, propuestos para dicha distinción pontificia por el Sr. Obispo de la Diócesis.

 

Los tres nuevos Prelados de Honor han desempeñado el oficio de Vicarios Generales de la Diócesis de Jaén con los Excmos. Sres. Obispos D. Miguel Peinado Peinado, D. Santiago García Aracil y D. Ramón del Hoyo López.

 

Se dará lectura pública a los Breves Pontificios en la Santa Iglesia Catedral de Jaén en la próxima Solemnidad de los Apóstoles San Pedro y San Pablo.

 


JESÚS MORENO LORENTE

Nace en Cazorla el 1 de Octubre de 1938

Es ordenado sacerdote en Comillas, el 18 de Marzo de 1962

Es Licenciado en Teología

Actualmente desempaña los siguientes cargos

-          Miembro del Colegio de Consultores

-          Profesor del Seminario

-          Canónigo

-          Miembro del Consejo de Órdenes

-          Capellán de las Hermanitas de los Pobres, de Jaén

En su trayectoria sacerdotal ha ejercido diversos ministerios:

Párroco de Solana de Torralba

Párroco de Castellar

Párroco de Villacarrillo

Párroco de San Ildefonso (Jaén)

Arcipreste de Jaén

Vicario Episcopal

Párroco de San Pablo (Ubeda)

Vicario General

Moderador de la Curia

Miembro del Consejo Diocesano de Asuntos Económicos

Presidente de la Comisión pro Seminario

Presidente de la Comisión Iglesia Diocesana

Presidente de la Comisión para Causas de Santos

Miembro del Consejo Presbiteral

Miembro del Colegio de Consultores

Miembro del Consejo Pastoral Diocesano

Miembro de la Comisión Asesora del Instituto de Sustentación del Clero

Consiliario del Centro de Orientación Familiar "Jaén"

Canónigo

 

 

FÉLIX MARTÍNEZ CABRERA

Nace en Valdepeñas de Jaén el  30 de Octubre de 1929

Es ordenado sacerdote en Jaén el 14 de Junio de 1953

Es Doctor en Derecho Romano y en Derecho Canónico

Actualmente desempaña los siguientes cargos

-          Canónigo Doctoral emérito

-          Juez Diocesano

-          Miembro del Consejo Presbiteral

-          Miembro del Colegio de Consultores

En su trayectoria sacerdotal ha ejercido diversos ministerios:

Profesor del Seminario

Párroco del Sagrario (Jaén)

Provisor del Obispado

Canónigo Doctoral

Capellán de las MM. Dominicas (Jaén)

Vicario capitular Sede vacante

Vicario General

Miembro del Colegio de Consultores

Miembro del Consejo Presbiteral

Juez Diocesano

Moderador General de la Curia

Deán Presidente del Cabildo

 

 

MANUEL BUENO ORTEGA

Nace en Torredonjimeno el 29 de Agosto de 1935

Es ordenado sacerdote en Jaén el 29 de Junio de 1959

Es Licenciado en Teología

Actualmente desempaña los siguientes cargos

-          Párroco de San Ildefonso, de Jaén

-          Canónigo

-          Miembro del Colegio de Consultores

En su trayectoria sacerdotal ha ejercido diversos ministerios:

Coadjutor de San Nicolás (Úbeda)

Coadjutor de Porcuna

Párroco de Castillo de Locubín

Prefecto del Seminario de Granada

Rector del Seminario de Granada

Coadjutor de San Félix de Valois (Jaén)

Delegado Diocesano de Misiones

Párroco de Cristo Rey (Jaén)

Juez Prosinodal

Profesor de la Escuela de Magisterio

Arcipreste de Jaén

Miembro del Colegio de Consultores

Canónigo

Vicario Episcopal

Miembro del Consejo Presbiteral

Delegado Episcopal para el Clero

Delegado Episcopal para el Patrimonio

Miembro del Consejo Diocesano de Asuntos Económicos

Miembro de la Ponencia Técnica Obispado-Delegación Cultura

Miembro del Consejo Pastoral Diocesano

Profesor del Seminario

Consiliario de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno (Jaén)

Miembro de la Comisión Mixta Patrimonio Histórico de Andalucía

Párroco de San Ildefonso

Vicario General y Moderador de la Curia

Miembro del Colegio de Consultores

 


domingo, 18 de mayo de 2008

Celebración del día de San Juan de Avila en el Seminario de Granada


El 12 de mayo se celebró una jornada sacerdotal en el Seminario de Granada con motivo de la fiesta de San Juan de Ávila en la que el Arzobispo de Granada, D. Javier Martínez entregó un hermoso cuadro con el Credo a cada sacerdote que celebraba sus XXV o L aniversario de ordenación sacerdotal. Los sacerdotes que celebraron el XXV aniversario de su ordenación, son: D. Juan Martínez y Fray Aurelio Gil OSST, y los que cumplieron 50 años de sacerdocio: D. José Vega, D. Ignacio Peláez, D. Diego Villodres, D. Juan Alfonso García, D. José María Jiménez, D. Antonio Vargas y D. Antonio Rodríguez Carmona.

La celebración concluyó con la celebración Eucarística y una comida fraterna.


Dentro de esta jornada, tuvo lugar también la presentación del libro Dios en Jesús: Evangelizando imágenes falsas de Dios, a cargo del sacerdote diocesano y autor del libro D. Serafín Béjar.


Asimismo, se presentó la Jornada Mundial de la Juventud que se celebrará en julio en la aldea onubense del Rocío para aquellos jóvenes andaluces que no puedan acudir a Sydney. Una Jornada a la que también están invitadas las Diócesis de Murcia y Canarias, por pertenecer a las Provincias Eclesiásticas de Granada y Murcia, así como las Diócesis de Badajoz y de Faro (Portugal). Francisco Mingorance expuso que este encuentro - a diferencia de otros que también se van a celebrar en España, está directamente convocado por los Obispos del Sur de España. Aunque la motivación de los jóvenes no sea, en algunos casos, estrictamente religiosa, lo más importante es lo que allí se encontrarán: una Iglesia joven con deseos de escuchar al Papa. El motivo de celebrarse en el Rocío es por ser un santuario mariano y disponer de la infraestructura necesaria para albergar un gran número de asistentes. Se ha dejado amplitud en el horario común para las actividades que cada diócesis desee organizar. Para inscribirse son necesarios sólo dos pasos:

1. Ingreso del importe de la inscripción (150€) en la cuenta bancaria de la organización.

2. Rellenar una ficha de inscripción y entregarla, junto a una fotocopia del DNI, en la Curia Diocesana (en horario de mañana), o en el Seminario Mayor (en horario de tarde). Es necesario indicar si se padece alguna alergia.

3. En caso de menores de 18 años, es necesario añadir la autorización de los padres.


Más información en la Curia Metropolitana del Arzobispado (Plaza Alonso Cano, s/n), en el teléfono 958.21.63.23, en horario de 10 a 14 horas, o bien en el Seminario San Cecilio (Paseo de la Cartuja, 49), en el teléfono 958.16.09.78, en horario de 16 a 20 horas.


El grupo de Granada saldrá el 16 de julio a las 12 de la mañana.

Durante la presentación se mostró un vídeo promocional realizado por el delegado de Pastoral Universitaria, Jose Antonio Villena. Este vídeo será publicado próximamente en la web de la Pastoral Universitaria de Granada.

jueves, 15 de mayo de 2008

En el día de Jesucristo Sacerdote Oración por los sacerdotes del Cardenal Richard Cushing

Oración por los sacerdotes

"Escrita por el Cardenal Richard Cushing"

Dios Todopoderoso y Eterno, mira con amor el rostro de tu Hijo y por amor a
El que es el Sumo y Eterno Sacerdote ten misericordia de tus sacerdotes.

Acuérdate, oh  compasivo Señor, que ellos no son sino frágiles y débiles
seres humanos.

Remueve en ellos el don de la vocación  que de modo admirable se consolidó
por la imposición de las manos de tus Obispos.

Mantenlos siempre cerca de ti. No permitas que el enemigo les venza, para
que nunca se hagan  participes de la más mínima falta contra el honor de tan
sublime vocación.

Señor Jesús, te pido por tus fieles y fervorosos sacerdotes, así como por
los sacerdotes infieles y tibios; por los sacerdotes que trabajan  en su
propia tierra o los que Te sirven  lejos, en lugares o misiones distantes;
por tus sacerdotes tentados; por los que sienten la soledad el tedio o el
cansancio; por los sacerdotes jóvenes o por los que estén a punto de morir
así como por las almas de sacerdotes en el purgatorio.

Pero, sobre todo, te  encomiendo a los  sacerdotes  que  más  aprecio: el
sacerdote  que  me  bautizó o me ha absuelto de mis pecados; los sacerdotes
a cuyas misas he asistido y me han dado Tu Cuerpo y Sangre en la Comunión;
los sacerdotes que me han aconsejado, me han consolado o animado y aquellos
a quienes de alguna forma  les estoy más en deuda.

Oh, Jesús, mantenlos a todos cerca de tu Corazón  y bendícelos
abundantemente en el tiempo y  en la eternidad. Amén.


martes, 13 de mayo de 2008

Entrevista a mons.Gianfranco Girotti, regente de la Penitenciaria apostólica


L’Osservatore Romano, Edizione settimanale in lingua spagnola n. 11 del 14 marzo 2008 pp. 9-10

El pecado es una violación de la alianza con Dios
Entrevista a mons. Gianfranco Girotti, regente de la Penitenciaría apostólica
Nicola GORI La Penitenciaría apostólica parece un objeto misterioso para la opinión pública, pero también para gran parte de los fieles.
Por desgracia, es verdad lo que usted afirma. Aun siendo actualmente el organismo más antiguo de la Curia romana -después de la supresión de la Dataría, acontecida en 1967, y de la Cancillería, acontecida en 1973-, es poco conocido incluso por gran parte del clero. Tal vez esto se debe a que su actividad no tiene tanta visibilidad como la que implica la actividad de los demás dicasterios. Entre los dicasterios de la Curia romana, la Penitenciaría apostólica es la que realiza, de manera siempre directa, una actividad netamente espiritual, la más característica de la misión fundamental de la Iglesia, que consiste en la salus animarum. Es el órgano universal y exclusivo del Sumo Pontífice en materia de fuero interno. No sólo se recurre al fuero interno para los pecados, las censuras y las irregularidades, sino, en general, para situaciones ocultas, como por ejemplo dispensas, sanaciones, convalidaciones de actos nulos derivados de circunstancias ocultas. Además, examina y resuelve los casos de conciencia que se le proponen. Resuelve dudas en materia moral o jurídica, cuando se trata de circunstancias ocultas o de hechos concretos individuales.
¿Cuál es el valor de las respuestas de la Penitenciaría apostólica? Se trata propiamente de un valor autoritario -según los casos, preceptivo o liberatorio- sólo para las circunstancias reales y singulares que se nos proponen y no para los demás casos, pero esas respuestas pueden extenderse a los demás casos como criterio prudencial. Es decir, las orientaciones doctrinales y disciplinarias incluidas en las soluciones pueden ser aplicadas con prudencia por el sacerdote que se ha prestado a hacer el recurso, por analogía, en un ámbito más amplio, pero en ningún caso está permitido divulgar esas respuestas.
¿Tiene aún sentido un organismo como la Penitenciaría apostólica, dado que parece crear problemas en ámbito ecuménico? Me resulta difícil comprender las razones y los motivos objetivos de esos presuntos problemas que crearía la Penitenciaría en ámbito ecuménico. Si se refieren al error historiográfico sobre el perdón, que desde la época del Renacimiento ciertamente no ha facilitado el correcto debate ecuménico, bastaría consultar la reciente y abundante documentación de insospechables estudiosos que demuestran con gran honradez la función de este dicasterio, que se considera la verdadera "fuente de gracia" y no busca intereses de ningún tipo.
¿Se presta atención al pecado según la sensibilidad ante las exigencias de la sociedad moderna o según referencias del tiempo pasado? La referencia siempre es la violación de la alianza con Dios y con los hermanos, y las consecuencias sociales del pecado. Si en el pasado el pecado tenía principalmente una dimensión individualista, en la actualidad tiene un valor, una resonancia sobre todo social, más que individual, a causa del gran fenómeno de la globalización. En efecto, la atención al pecado se presenta más urgente hoy que en el pasado, precisamente por sus consecuencias, que son más amplias y más destructoras.
¿La Penitenciaría tiene utilidad todavía? Sin duda. Creo que, en una época caracterizada por la imagen y la publicidad, en la que todo se hace público, un dicasterio como la Penitenciaría apostólica atento al mundo interior, en su vertiente más delicada y menos visible, en el marco articulado de la vida de la Iglesia es un instrumento muy valioso.
¿De qué cuestiones se ocupa principalmente la Penitenciaría? Son aquellos delitos para los cuales, por su gravedad, la Santa Sede se reserva la absolución: la absolución del cómplice en un pecado contra el sexto mandamiento (cf. can. 1378); la profanación sacrílega del Santísimo Sacramento de la Eucaristía (cf. can. 1367); la violación directa del sigilo sacramental (cf. can. 1388, 1); la dispensa de irregularidad ad recipiendos Ordines contraída por aborto procurado (can. 1041, 4); y la dispensa de irregularidad ad exercendos Ordines (cf. can. 1044, 1).
¿Cómo interpreta la sorpresa que experimenta la opinión pública ante tantas situaciones de escándalo y de pecado en la Iglesia? No se puede subestimar la gravedad objetiva de una serie de fenómenos que han sido denunciados recientemente y que muestran los signos de la fragilidad humana e institucional de la Iglesia. Con todo, al respecto, no se puede menos de constatar que la Iglesia, preocupada por el grave daño que se le ha infligido, ha reaccionado y sigue reaccionando con intervenciones rigurosas y con iniciativas encaminadas a proteger su imagen y a promover el bien del pueblo de Dios. Sin embargo, también es necesario denunciar el gran relieve que les proporcionan los medios de comunicación social, que, en el marco de la globalización, buscan desacreditar a la Iglesia. A veces la gente no comprende la indulgencia de la Iglesia y el perdón cristiano. ¿Por qué? Hoy parece que la penitencia se ve como apertura de sí mismo al otro en la solución de problemas que se imponen a la atención en la dimensión social dentro de la cual se expresa su existencia, dando su contribución de aclaración, de apoyo a quienes atraviesan dificultades. Por consiguiente, la penitencia hoy se ve principalmente en su dimensión social, dado que las relaciones sociales se han debilitado y, a la vez, complicado a causa de la globalización.
¿Cuáles son los nuevos pecados? Hay varias áreas dentro de las cuales hoy captamos actitudes pecaminosas con respecto a los derechos individuales y sociales. Ante todo, el área de la bioética, dentro de la cual no podemos menos de denunciar algunas violaciones de los derechos fundamentales de la naturaleza humana, mediante experimentos, manipulaciones genéticas, cuyos resultados es difícil vislumbrar y controlar. Otra área, propiamente social, es la de la droga, a través de la cual se debilita la psique y se oscurece la inteligencia, dejando a muchos jóvenes fuera del circuito eclesial. También está el área de las desigualdades sociales y económicas: los más pobres se vuelven cada vez más pobres y los ricos cada vez más ricos, alimentando una injusticia social insostenible; y el área de la ecología, que hoy reviste un interés notable.
El recurso frecuente a las indulgencias, ¿no incentiva una mentalidad mágica con respecto a la culpa y a la pena? Creo que, para no caer en esa visión peligrosa y falsa, es necesario ante todo conocer y comprender la recta doctrina de la práctica de las indulgencias, entendida por la Iglesia como expresión significativa de la misericordia de Dios, que sale al encuentro de sus hijos para ayudarles a satisfacer las penas debidas a sus pecados "pero también y sobre todo para impulsarlos a una caridad más ferviente". A la Iglesia la mueve, en primer lugar, el deseo de educar, más que en la repetición de fórmulas y prácticas, en el espíritu de oración y de penitencia, y en el ejercicio de las virtudes teologales. La reforma realizada por el siervo de Dios Pablo VI con la constitución apostólica Indulgentiarum doctrina, del 1 de enero de 1967, elimina en alguna medida lo que podía inducir a los fieles a una mentalidad mágica. Esa doctrina expone claramente los presupuestos teológicos de las indulgencias, se basa en la solidaridad que existe entre los hombres en Adán y en Cristo, en la comunión de los santos, en el tesoro de la Iglesia, que consiste en las expiaciones y en los méritos de Cristo, de la santísima Virgen María y de los santos, que están a disposición de los fieles. En efecto, es preciso poner de relieve que las indulgencias no pueden lucrarse sin una sincera conversión y sin la unión con Dios, a la que se añade el cumplimiento de las obras prescritas.
¿No le parece que las condiciones para lucrar la indulgencia son muy fáciles? Si se piensa que, juntamente con las condiciones habitualmente impuestas -confesión sacramental en el marco de quince o veinte días antes o después, Comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre-, para lucrar la indulgencia se requiere un grado de pureza eminente y signos de ardiente caridad, cuya realización resulta difícil para nuestra fragilidad, entonces creo que no conviene subestimar lo establecido.
¿Hay pecados que la Penitenciaría no puede absolver? La Penitenciaría es la longa manus del Papa en el ejercicio de la potestas clavium. Por tanto, para realizar las funciones que tiene asignadas en el fuero interno, posee todas las facultades necesarias, con la única excepción de las que el Sumo Pontífice ha declarado expresamente al cardenal penitenciario que quiere reservarse para sí mismo. Por consiguiente, puede realizar, en el ámbito del fuero interno, todos los actos de competencia de los restantes dicasterios de la Curia romana.
Sobre el aborto se tiene la sensación generalizada de que la Iglesia no se interesa por la difícil situación de las mujeres. Me parece que esa preocupación no tiene en cuenta la actitud que, por el contrario, la Iglesia manifiesta sin cesar precisamente para salvaguardar y proteger la dignidad y los derechos de la mujer. En efecto, son numerosas las iniciativas que organismos católicos y movimientos eclesiales, con valiente e inteligente compromiso, no dejan de promover con el fin de contrarrestar las tendencias culturales y sociales actuales contra la mujer, ayudando de forma eficaz a las madres solteras, comprometiéndose en la educación de sus hijos, dados a luz de forma irreflexiva, y facilitando incluso la adopción.

jueves, 8 de mayo de 2008

Benedicto XVI: Anunciar y testimoniar la alegría, núcleo central de la misión del sacerdote

Benedicto XVI: Anunciar y testimoniar la alegría, núcleo central de la
misión del sacerdote

Homilía en la misa de ordenación de 29 nuevos sacerdotes

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 6 mayo 2008 (ZENIT.org).- Publicamos la homilía
que pronunció Benedicto XVI en la misa en la que ordenó a 29 nuevos
sacerdotes en la Basílica de San Pedro del Vaticano el pasado 27 de abril de
2008.
* * *

Queridos hermanos y hermanas:

Se realizan hoy para nosotros, de modo muy particular, las palabras que
dicen: "Acreciste la alegría, aumentaste el gozo" (Is 9, 2). En efecto, a la
alegría de celebrar la Eucaristía en el día del Señor, se suman el júbilo
espiritual del tiempo de Pascua, que ya ha llegado al sexto domingo, y sobre
todo la fiesta de la ordenación de nuevos sacerdotes.

Juntamente con vosotros, saludo con afecto a los veintinueve diáconos que
dentro de poco serán ordenados presbíteros. Expreso mi profundo
agradecimiento a cuantos los han guiado en su camino de discernimiento y de
preparación, y os invito a todos a dar gracias a Dios por el don de estos
nuevos sacerdotes a la Iglesia. Sostengámoslos con intensa oración durante
esta celebración, con espíritu de ferviente alabanza al Padre que los ha
llamado, al Hijo que los ha atraído a sí, y al Espíritu Santo que los ha
formado.

Normalmente, la ordenación de nuevos sacerdotes tiene lugar el IV domingo de
Pascua, llamado domingo del Buen Pastor, que es también la Jornada mundial
de oración por las vocaciones, pero este año no fue posible, porque yo
estaba partiendo para mi visita pastoral a Estados Unidos. El icono del buen
Pastor ilustra mejor que cualquier otro el papel y el ministerio del
presbítero en la comunidad cristiana. Pero también los pasajes bíblicos que
la liturgia de hoy propone a nuestra meditación iluminan, desde un ángulo
diverso, la misión del sacerdote.

La primera lectura, tomada del capítulo octavo de los Hechos de los
Apóstoles, narra la misión del diácono Felipe en Samaria. Quiero atraer
inmediatamente la atención hacia la frase con que se concluye la primera
parte del texto: "La ciudad se llenó de alegría" (Hch 8, 8). Esta expresión
no comunica una idea, un concepto teológico, sino que refiere un
acontecimiento concreto, algo que cambió la vida de las personas: en una
determinada ciudad de Samaria, en el período que siguió a la primera
persecución violenta contra la Iglesia en Jerusalén (cf. Hch 8, 1), sucedió
algo que "llenó de alegría". ¿Qué es lo que sucedió?

El autor sagrado narra que, para escapar a la persecución religiosa desatada
en Jerusalén contra los que se habían convertido al cristianismo, todos los
discípulos, excepto los Apóstoles, abandonaron la ciudad santa y se
dispersaron por los alrededores. De este acontecimiento doloroso surgió, de
manera misteriosa y providencial, un renovado impulso a la difusión del
Evangelio. Entre quienes se habían dispersado estaba también Felipe, uno de
los siete diáconos de la comunidad, diácono como vosotros, queridos
ordenandos, aunque ciertamente con modalidades diversas, puesto que en la
etapa irrepetible de la Iglesia naciente, el Espíritu Santo había dotado a
los Apóstoles y a los diáconos de una fuerza extraordinaria, tanto en la
predicación como en la acción taumatúrgica.

Pues bien, sucedió que los habitantes de la localidad samaritana de la que
se habla en este capítulo de los Hechos de los Apóstoles acogieron de forma
unánime el anuncio de Felipe y, gracias a su adhesión al Evangelio, Felipe
pudo curar a muchos enfermos. En aquella ciudad de Samaria, en medio de una
población tradicionalmente despreciada y casi excomulgada por los judíos,
resonó el anuncio de Cristo, que abrió a la alegría el corazón de cuantos lo
acogieron con confianza. Por eso -subraya san Lucas-, aquella ciudad "se
llenó de alegría".

Queridos amigos, esta es también vuestra misión: llevar el Evangelio a
todos, para que todos experimenten la alegría de Cristo y todas las ciudades
se llenen de alegría. ¿Puede haber algo más hermoso que esto? ¿Hay algo más
grande, más estimulante que cooperar a la difusión de la Palabra de vida en
el mundo, que comunicar el agua viva del Espíritu Santo? Anunciar y
testimoniar la alegría es el núcleo central de vuestra misión, queridos
diáconos, que dentro de poco seréis sacerdotes.

El apóstol san Pablo llama a los ministros del Evangelio "servidores de la
alegría". A los cristianos de Corinto, en su segunda carta, escribe: "No es
que pretendamos dominar sobre vuestra fe, sino que contribuimos a vuestra
alegría, pues os mantenéis firmes en la fe" (2 Co 1, 24). Son palabras
programáticas para todo sacerdote. Para ser colaboradores de la alegría de
los demás, en un mundo a menudo triste y negativo, es necesario que el fuego
del Evangelio arda dentro de vosotros, que reine en vosotros la alegría del
Señor. Sólo podréis ser mensajeros y multiplicadores de esta alegría
llevándola a todos, especialmente a cuantos están tristes y afligidos.

Volvamos a la primera lectura, que nos brinda otro elemento de meditación.
En ella se habla de una reunión de oración, que tiene lugar precisamente en
la ciudad samaritana evangelizada por el diácono Felipe. La presiden los
apóstoles san Pedro y san Juan, dos "columnas" de la Iglesia, que habían
acudido de Jerusalén para visitar a esa nueva comunidad y confirmarla en la
fe. Gracias a la imposición de sus manos, el Espíritu Santo descendió sobre
cuantos habían sido bautizados.

En este episodio podemos ver un primer testimonio del rito de la
"Confirmación", el segundo sacramento de la iniciación cristiana. También
para nosotros, aquí reunidos, la referencia al gesto ritual de la imposición
de las manos es muy significativo. En efecto, también es el gesto central
del rito de la ordenación, mediante el cual dentro de poco conferiré a los
candidatos la dignidad presbiteral. Es un signo inseparable de la oración,
de la que constituye una prolongación silenciosa. Sin decir ninguna palabra,
el obispo consagrante y, después de él, los demás sacerdotes ponen las manos
sobre la cabeza de los ordenandos, expresando así la invocación a Dios para
que derrame su Espíritu sobre ellos y los transforme, haciéndolos partícipes
del sacerdocio de Cristo. Se trata de pocos segundos, un tiempo brevísimo,
pero lleno de extraordinaria densidad espiritual.

Queridos ordenandos, en el futuro deberéis volver siempre a este momento, a
este gesto que no tiene nada de mágico y, sin embargo, está lleno de
misterio, porque aquí se halla el origen de vuestra nueva misión. En esa
oración silenciosa tiene lugar el encuentro entre dos libertades: la
libertad de Dios, operante mediante el Espíritu Santo, y la libertad del
hombre. La imposición de las manos expresa plásticamente la modalidad
específica de este encuentro: la Iglesia, personificada por el obispo, que
está de pie con las manos extendidas, pide al Espíritu Santo que consagre al
candidato; el diácono, de rodillas, recibe la imposición de las manos y se
encomienda a dicha mediación. El conjunto de esos gestos es importante, pero
infinitamente más importante es el movimiento espiritual, invisible, que
expresa; un movimiento bien evocado por el silencio sagrado, que lo envuelve
todo, tanto en el interior como en el exterior.

También en el pasaje evangélico encontramos este misterioso "movimiento"
trinitario, que lleva al Espíritu Santo y al Hijo a habitar en los
discípulos. Aquí es Jesús mismo quien promete que pedirá al Padre que mande
a los suyos el Espíritu, definido "otro Paráclito" (Jn 14, 16), término
griego que equivale al latino ad-vocatus, abogado defensor. En efecto, el
primer Paráclito es el Hijo encarnado, que vino para defender al hombre del
acusador por antonomasia, que es satanás. En el momento en que Cristo,
cumplida su misión, vuelve al Padre, el Padre envía al Espíritu como
Defensor y Consolador, para que permanezca para siempre con los creyentes,
habitando dentro de ellos. Así, entre Dios Padre y los discípulos se
entabla, gracias a la mediación del Hijo y del Espíritu Santo, una relación
íntima de reciprocidad: "Yo estoy en mi Padre, vosotros en mí y yo en
vosotros", dice Jesús (Jn 14, 20). Pero todo esto depende de una condición,
que Cristo pone claramente al inicio: "Si me amáis" (Jn 14, 15), y que
repite al final: "Al que me ama, lo amará mi Padre, y yo también lo amaré y
me revelaré a él" (Jn 14, 21). Sin el amor a Jesús, que se manifiesta en la
observancia de sus mandamientos, la persona se excluye del movimiento
trinitario y comienza a encerrarse en sí misma, perdiendo la capacidad de
recibir y comunicar a Dios.

"Si me amáis". Queridos amigos, Jesús pronunció estas palabras durante la
última Cena, en el mismo momento en que instituyó la Eucaristía y el
sacerdocio. Aunque estaban dirigidas a los Apóstoles, en cierto sentido se
dirigen a todos sus sucesores y a los sacerdotes, que son los colaboradores
más estrechos de los sucesores de los Apóstoles. Hoy las volvemos a escuchar
como una invitación a vivir cada vez con mayor coherencia nuestra vocación
en la Iglesia: vosotros, queridos ordenandos, las escucháis con particular
emoción, porque precisamente hoy Cristo os hace partícipes de su sacerdocio.
Acogedlas con fe y amor. Dejad que se graben en vuestro corazón; dejad que
os acompañen a lo largo del camino de toda vuestra vida. No las olvidéis; no
las perdáis por el camino. Releedlas, meditadlas con frecuencia y, sobre
todo, orad con ellas. Así, permaneceréis fieles al amor de Cristo y os
daréis cuenta, con alegría continua, de que su palabra divina "caminará" con
vosotros y "crecerá" en vosotros.

Otra observación sobre la segunda lectura: está tomada de la primera carta
de san Pedro, cerca de cuya tumba nos encontramos y a cuya intercesión
quiero encomendaros de modo especial. Hago mías sus palabras y con afecto os
las dirijo: "Glorificad en vuestro corazón a Cristo Señor y estad siempre
prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere" (1
P 3, 15). Glorificad a Cristo Señor en vuestros corazones, es decir,
cultivad una relación personal de amor con él, amor primero y más grande,
único y totalizador, dentro del cual vivir, purificar, iluminar y santificar
todas las demás relaciones.

"Vuestra esperanza" está vinculada a esta "glorificación", a este amor a
Cristo, que por el Espíritu, como decíamos, habita en nosotros. Nuestra
esperanza, vuestra esperanza, es Dios, en Jesús y en el Espíritu. En
vosotros esta esperanza, a partir de hoy, se convierte en "esperanza
sacerdotal", la de Jesús, buen Pastor, que habita en vosotros y da forma a
vuestros deseos según su Corazón divino: esperanza de vida y de perdón para
las personas encomendadas a vuestro cuidado pastoral; esperanza de santidad
y de fecundidad apostólica para vosotros y para toda la Iglesia; esperanza
de apertura a la fe y al encuentro con Dios para cuantos se acerquen a
vosotros buscando la verdad; esperanza de paz y de consuelo para los que
sufren y para los heridos por la vida.

Queridos hermanos, en este día tan significativo para vosotros, mi deseo es
que viváis cada vez más la esperanza arraigada en la fe, y que seáis siempre
testigos y dispensadores sabios y generosos, dulces y fuertes, respetuosos y
convencidos, de esa esperanza. Que os acompañe en esta misión y os proteja
siempre la Virgen María, a quien os exhorto a acoger nuevamente, como hizo
el apóstol san Juan al pie de la cruz, como Madre y Estrella de vuestra vida
y de vuestro sacerdocio. Amén.

[Traducción distribuida por la Santa Sede

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]


miércoles, 7 de mayo de 2008

6 mayo 08. Nombramientos diócesis de Jaén

Hoy, 6 de mayo, la Secretaría General del Obispado nos hace llegar los últimos nombramientos realizados por el Sr. Obispo de la Diócesis:

- D. Antonio Robles Gómez cesa como Párroco de la Natividad de Ntra. Sra. de Fuerte del Rey (25-03-2008)

- D. José María Saeta Fernández es nombrado Administrador Parroquial de la Natividad de Ntra. Sra. de Fuerte del Rey (25-03-2008)

- Dª Ángeles Calvo Rodríguez cesa como Presidenta del Movimiento de Vida Ascendente de Jaén (15-04-2008)

- Dª María Dolores Núñez García es nombrada Presidenta del Movimiento de Vida Ascendente de Jaén (15-04-2008)

- D. Antonio Cobo Pulido cesa como Vicario Parroquial de la Santa Cruz de Pegalajar y es nombrado Capellán de la Clínica Geriátrica "La Inmaculada" de Jaén (24-04-2008)

- D. Jesús García de Leaniz y Rigó, S.J. es nombrado miembro del Consejo del Presbiterio como representante de los presbíteros no incardinados en la Diócesis pero residentes en ella y sin oficio pastoral encomendado por el Sr. Obispo (02-05-2008).

____________________________________________
VICARÍA DE COMUNICACIÓN

oficinadeprensa@diocesisdejaen.es
Tfno: 953.23.00.36

viernes, 25 de abril de 2008

Carta vaticana para la Jornada de Oración por la Santificación de los Sacerdotes


Carta vaticana para la Jornada de Oración por la Santificación de los Sacerdotes

De la Congregación para el Clero

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 22 abril 2008 (ZENIT.org).- Publicamos la carta que han enviado Cardenal Cláudio Hummes, o.f.m. y el arzobispo Mauro Piacenza, presidente y secretario de la Congregación vaticana para el Clero con motivo de la Jornada Mundial de Oración por la Santificación de los Sacerdotes que se celebra el 30 de mayo, fiesta del Corazón de Jesús.

* * *

Reverendos y queridos hermanos en el sacerdocio:

En la fiesta del Sacratísimo Corazón de Jesús, con una mirada incesante de amor, fijamos los ojos de nuestra mente y de nuestro corazón en Cristo, único Salvador de nuestra vida y del mundo. Remitirnos a Cristo significa remitirnos a aquel Rostro que todo hombre, consciente o inconscientemente, busca como única respuesta adecuada a su insuprimible sed de felicidad.

Nosotros ya encontramos este Rostro y, en aquel día, en aquel instante, su amor hirió de tal manera nuestro corazón, que no pudimos menos de pedir estar incesantemente en su presencia. «Por la mañana escucharás mi voz, por la mañana te expongo mi causa y me quedo aguardando» (Salmo 5).

La sagrada liturgia nos lleva a contemplar una vez más el misterio de la encarnación del Verbo, origen y realidad íntima de esta compañía que es la Iglesia: el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob se revela en Jesucristo. «Nadie habría podido ver su gloria si antes no hubiera sido curado por la humildad de la carne. Quedaste cegado por el polvo, y con el polvo has sido curado: la carne te había cegado, la carne te cura» (San Agustín, Comentario al Evangelio de san Juan, Homilía 2, 16).

Sólo contemplando de nuevo la perfecta y fascinante humanidad de Jesucristo, vivo y operante ahora, que se nos ha revelado y que sigue inclinándose sobre cada uno con el amor de total predilección que le es propio, se puede dejar que él ilumine y colme ese abismo de necesidad que es nuestra humanidad, con la certeza de la esperanza encontrada, y con la seguridad de la Misericordia que abarca nuestros límites, enseñándonos a perdonar lo que de nosotros mismos ni siquiera lográbamos descubrir. «Una sima grita a otra sima con voz de cascadas» (Salmo 41).

Con ocasión de la tradicional Jornada de oración por la santificación de los sacerdotes, que se celebra en la fiesta del Sacratísimo Corazón de Jesús, quiero recordar la prioridad de la oración con respecto a la acción, en cuanto que de ella depende la eficacia del obrar. De la relación personal de cada uno con el Señor Jesús depende en gran medida la misión de la Iglesia. Por tanto, la misión debe alimentarse con la oración: «Ha llegado el momento de reafirmar la importancia de la oración ante el activismo y el secularismo» (Benedicto XVI, Deus caritas est, 37). No nos cansemos de acudir a su Misericordia, de dejarle mirar y curar las llagas dolorosas de nuestro pecado para asombrarnos ante el milagro renovado de nuestra humanidad redimida.

Queridos hermanos en el sacerdocio, somos los expertos de la Misericordia de Dios en nosotros y, sólo así, sus instrumentos al abrazar, de modo siempre nuevo, la humanidad herida. «Cristo no nos salva de nuestra humanidad, sino a través de ella; no nos salva del mundo, sino que ha venido al mundo para que el mundo se salve por medio de él (cf. Jn 3, 17)» (Benedicto XVI, Mensaje «urbi et orbi», 25 de diciembre de 2006: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 29 de diciembre de 2006, p. 20). Somos, por último, presbíteros por el sacramento del Orden, el acto más elevado de la Misericordia de Dios y a la vez de su predilección.

En segundo lugar, en la insuprimible y profunda sed de él, la dimensión más auténtica de nuestro sacerdocio es la mendicidad: la petición sencilla y continua; se aprende en la oración silenciosa, que siempre ha caracterizado la vida de los santos; hay que pedirla con insistencia. Esta conciencia de la relación con él se ve sometida diariamente a la purificación de la prueba. Cada día caemos de nuevo en la cuenta de que este drama también nos afecta a nosotros, ministros que actuamos in persona Christi capitis. No podemos vivir un solo instante en su presencia sin el dulce anhelo de reconocerlo, conocerlo y adherirnos más a él. No cedamos a la tentación de mirar nuestro ser sacerdotes como una carga inevitable e indelegable, ya asumida, que se puede cumplir «mecánicamente», tal vez con un programa pastoral articulado y coherente. El sacerdocio es la vocación, el camino, el modo a través del cual Cristo nos salva, con el que nos ha llamado, y nos sigue llamando ahora, a vivir con él.

La única medida adecuada, ante nuestra santa vocación, es la radicalidad. Esta entrega total, con plena conciencia de nuestra infidelidad, sólo puede llevarse a cabo como una decisión renovada y orante que luego Cristo realiza día tras día. Incluso el don del celibato sacerdotal se ha de acoger y vivir en esta dimensión de radicalidad y de plena configuración con Cristo. Cualquier otra postura, con respecto a la realidad de la relación con él, corre el peligro de ser ideológica.

Incluso la cantidad de trabajo, a veces enorme, que las actuales condiciones del ministerio nos exigen llevar a cabo, lejos de desalentarnos, debe impulsarnos a cuidar con mayor atención aún nuestra identidad sacerdotal, la cual tiene una raíz ciertamente divina. En este sentido, con una lógica opuesta a la del mundo, precisamente las condiciones peculiares del ministerio nos deben impulsar a «elevar el tono» de nuestra vida espiritual, testimoniando con mayor convicción y eficacia nuestra pertenencia exclusiva al Señor.

Él, que nos ha amado primero, nos ha educado para la entrega total. «Salí al encuentro de quien me buscaba. Dije: "Heme aquí" a quien invocaba mi nombre». El lugar de la totalidad por excelencia es la Eucaristía, pues «en la Eucaristía Jesús no da "algo", sino a sí mismo; ofrece su cuerpo y derrama su sangre. Entrega así toda su vida, manifestando la fuente originaria de este amor divino» (Sacramentum caritatis, 7).

Queridos hermanos, seamos fieles a la celebración diaria de la santísima Eucaristía, no sólo para cumplir un compromiso pastoral o una exigencia de la comunidad que nos ha sido encomendada, sino por la absoluta necesidad personal que sentimos, como la respiración, como la luz para nuestra vida, como la única razón adecuada a una existencia presbiteral plena.

El Santo Padre, en la exhortación apostólica postsinodal Sacramentum caritatis (n. 66) nos vuelve a proponer con fuerza la afirmación de san Agustín: «Nadie come de esta carne sin antes adorarla (...), pecaríamos si no la adoráramos» (Enarrationes in Psalmos 98, 9). No podemos vivir, no podemos conocer la verdad sobre nosotros mismos, sin dejarnos contemplar y engendrar por Cristo en la adoración eucarística diaria, y el «Stabat» de María, «Mujer eucarística», bajo la cruz de su Hijo, es el ejemplo más significativo que se nos ha dado de la contemplación y de la adoración del Sacrificio divino.

Como la dimensión misionera es intrínseca a la naturaleza misma de la Iglesia, del mismo modo nuestra misión está ínsita en la identidad sacerdotal, por lo cual la urgencia misionera es una cuestión de conciencia de nosotros mismos. Nuestra identidad sacerdotal está edificada y se renueva día a día en la «conversación» con nuestro Señor. La relación con él, siempre alimentada en la oración continua, tiene como consecuencia inmediata la necesidad de hacer partícipes de ella a quienes nos rodean. En efecto, la santidad que pedimos a diario no se puede concebir según una estéril y abstracta acepción individualista, sino que, necesariamente, es la santidad de Cristo, la cual es contagiosa para todos: «Estar en comunión con Jesucristo nos hace participar en su ser "para todos", hace que este sea nuestro modo de ser» (Benedicto XVI, Spe salvi, 28).

Este «ser para todos» de Cristo se realiza, para nosotros, en los tria munera de los que somos revestidos por la naturaleza misma del sacerdocio. Esos tria munera, que constituyen la totalidad de nuestro ministerio, no son el lugar de la alienación o, peor aún, de un mero reduccionismo funcionalista de nuestra persona, sino la expresión más auténtica de nuestro ser de Cristo; son el lugar de la relación con él. El pueblo que nos ha sido encomendado para que lo eduquemos, santifiquemos y gobernemos, no es una realidad que nos distrae de «nuestra vida», sino que es el rostro de Cristo que contemplamos diariamente, como para el esposo es el rostro de su amada, como para Cristo es la Iglesia, su esposa. El pueblo que nos ha sido encomendado es el camino imprescindible para nuestra santidad, es decir, el camino en el que Cristo manifiesta la gloria del Padre a través de nosotros.

«Si a quien escandaliza a uno solo y al más pequeño conviene que se le cuelgue al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar (...), ¿qué deberán sufrir y recibir como castigo los que mandan a la perdición (...) a un pueblo entero?» (San Juan Crisóstomo, De sacerdotio VI, 1.498). Ante la conciencia de una tarea tan grave y una responsabilidad tan grande para nuestra vida y salvación, en la que la fidelidad a Cristo coincide con la «obediencia» a las exigencias dictadas por la redención de aquellas almas, no queda espacio ni siquiera para dudar de la gracia recibida. Sólo podemos pedir que se nos conceda ceder lo más posible a su amor, para que él actúe a través de nosotros, pues o dejamos que Cristo salve el mundo, actuando en nosotros, o corremos el riesgo de traicionar la naturaleza misma de nuestra vocación. La medida de la entrega, queridos hermanos en el sacerdocio, sigue siendo la totalidad. «Cinco panes y dos peces» no son mucho; sí, pero son todo. La gracia de Dios convierte nuestra poquedad en la Comunión que sacia al pueblo. De esta «entrega total» participan de modo especial los sacerdotes ancianos o enfermos, los cuales, diariamente, desempeñan el ministerio divino uniéndose a la pasión de Cristo y ofreciendo su existencia presbiteral por el verdadero bien de la Iglesia y la salvación de las almas.

Por último, el fundamento imprescindible de toda la vida sacerdotal sigue siendo la santa Madre de Dios. La relación con ella no puede reducirse a una piadosa práctica de devoción, sino que debe alimentarse con un continuo abandono de toda nuestra vida, de todo nuestro ministerio, en los brazos de la siempre Virgen. También a nosotros María santísima nos lleva de nuevo, como hizo con san Juan bajo la cruz de su Hijo y Señor nuestro, a contemplar con ella el Amor infinito de Dios: «Ha bajado hasta aquí nuestra Vida, la verdadera Vida; ha cargado con nuestra muerte para matarla con la sobreabundancia de su Vida» (San Agustín, Confesiones IV, 12).

Dios Padre escogió como condición para nuestra redención, para el cumplimiento de nuestra humanidad, para el acontecimiento de la encarnación del Hijo, la espera del «fiat» de una Virgen ante el anuncio del ángel. Cristo decidió confiar, por decirlo así, su vida a la libertad amorosa de su Madre: «Concibiendo a Cristo, engendrándolo, alimentándolo, presentándolo al Padre en el templo, sufriendo con su Hijo que moría en la cruz, colaboró de manera totalmente singular a la obra del Salvador por su obediencia, su fe, su esperanza y su amor ardiente, para restablecer la vida sobrenatural de los hombres. Por esta razón es nuestra madre en el orden de la gracia» (Lumen gentium, 61).

El Papa san Pío X afirmó: «Toda vocación sacerdotal viene del corazón de Dios, pero pasa por el corazón de una madre». Eso es verdad con respecto a la evidente maternidad biológica, pero también con respecto al «alumbramiento» de toda fidelidad a la vocación de Cristo. No podemos prescindir de una maternidad espiritual para nuestra vida sacerdotal: encomendémonos con confianza a la oración de toda la santa madre Iglesia, a la maternidad del pueblo, del que somos pastores, pero al que está encomendada también nuestra custodia y santidad; pidamos este apoyo fundamental.

Se plantea, queridos hermanos en el sacerdocio, la urgencia de «un movimiento de oración, que ponga en el centro la adoración eucarística continuada, durante las veinticuatro horas, de modo tal que, de cada rincón de la tierra, se eleve a Dios incesantemente una oración de adoración, agradecimiento, alabanza, petición y reparación, con el objetivo principal de suscitar un número suficiente de santas vocaciones al estado sacerdotal y, al mismo tiempo, acompañar espiritualmente -al nivel de Cuerpo místico- con una especie de maternidad espiritual, a quienes ya han sido llamados al sacerdocio ministerial y están ontológicamente conformados con el único sumo y eterno Sacerdote, para que le sirvan cada vez mejor a él y a los hermanos, como los que, a la vez, están "en" la Iglesia pero también, "ante" la Iglesia (cf. Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 16), haciendo las veces de Cristo y, representándolo, como cabeza, pastor y esposo de la Iglesia» (Carta de la Congregación para el clero, 8 de diciembre de 2007).

Se delinea, últimamente, una nueva forma de maternidad espiritual, que en la historia de la Iglesia siempre ha acompañado silenciosamente el elegido linaje sacerdotal: se trata de la consagración de nuestro ministerio a un rostro determinado, a un alma consagrada, que esté llamada por Cristo y, por tanto, que elija ofrecerse a sí misma, sus sufrimientos necesarios y sus inevitables pruebas de la vida, para interceder en favor de nuestra existencia sacerdotal, viviendo de este modo en la dulce presencia de Cristo.

Esta maternidad, en la que se encarna el rostro amoroso de María, es preciso pedirla en la oración, pues sólo Dios puede suscitarla y sostenerla. No faltan ejemplos admirables en este sentido. Basta pensar en las benéficas lágrimas de santa Mónica por su hijo Agustín, por el cual lloró «más de lo que lloran las madres por la muerte física de sus hijos» (San Agustín, Confesiones III, 11). Otro ejemplo fascinante es el de Eliza Vaughan, la cual dio a luz y encomendó al Señor trece hijos; seis de sus ocho hijos varones se hicieron sacerdotes; y cuatro de sus cinco hijas fueron religiosas. Dado que no es posible ser verdaderamente mendicantes ante Cristo, admirablemente oculto en el misterio eucarístico, sin saber pedir concretamente la ayuda efectiva y la oración de quien él nos pone al lado, no tengamos miedo de encomendarnos a las maternidades que, ciertamente, suscita para nosotros el Espíritu.

Santa Teresa del Niño Jesús, consciente de la necesidad extrema de oración por todos los sacerdotes, sobre todo por los tibios, escribe en una carta dirigida a su hermana Celina: «Vivamos por las almas, seamos apóstoles, salvemos sobre todo las almas de los sacerdotes (...). Oremos, suframos por ellos, y, en el último día, Jesús nos lo agradecerá» (Carta 94).

Encomendémonos a la intercesión de la Virgen Santísima, Reina de los Apóstoles, Madre dulcísima. Contemplemos, con ella, a Cristo en la continua tensión a ser total y radicalmente suyos. Esta es nuestra identidad.

Recordemos las palabras del santo cura de Ars, patrono de los párrocos: «Si yo tuviera ya un pie en el cielo y me vinieran a decir que volviera a la tierra para trabajar por la conversión de los pecadores, volvería de buen grado. Y si para ello fuera necesario que permaneciera en la tierra hasta el fin del mundo, levantándome siempre a medianoche, y sufriera como sufro, lo haría de todo corazón» (Frère Athanase, Procès de l'Ordinaire, p. 883).

El Señor guíe y proteja a todos y cada uno, de modo especial a los enfermos y a los que sufren, en el constante ofrecimiento de nuestra vida por amor.

Cardenal Cláudio Hummes, o.f.m.

Prefecto

Mons. Mauro Piacenza

Arzobispo tit. de Vittoriana

Secretario

Oración de los sacerdotes

Oración del sacerdote

Señor, Tu me has llamado al ministerio sacerdotal

en un momento concreto de la historia en el que,

como en los primeros tiempos apostólicos,

quieres que todos los cristianos,

y en modo especial los sacerdotes,

seamos testigos de las maravillas de Dios

y de la fuerza de tu Espíritu.

Haz que también yo sea testigo de la dignidad de la vida humana,

de la grandeza del amor

y del poder del ministerio recibido:

Todo ello con mi peculiar estilo de vida entregada a Ti

por amor, sólo por amor y por un amor más grande.

Haz que mi vida celibataria

sea la afirmación de un sí, gozoso y alegre,

que nace de la entrega a Ti

y de la dedicación total a los demás

al servicio de tu Iglesia.

Dame fuerza en mis flaquezas

y también agradecer mis victorias.

Madre, que dijiste el sí más grande y maravilloso

de todos los tiempos,

que yo sepa convertir mi vida de cada día

en fuente de generosidad y entrega,

y junto a Ti,

a los pies de las grandes cruces del mundo,

me asocie al dolor redentor de la muerte de tu Hijo

para gozar con El del triunfo de la resurrección

para la vida eterna. Amen

Oración que los sacerdotes pueden rezar cada día

Dios omnipotente, que Tu gracia nos ayude para que nosotros, que hemos recibido el ministerio sacerdotal, podamos servirte de modo digno y devoto, con toda pureza y buena conciencia. Y si no logramos vivir la vida con mucha inocencia, concédenos en todo caso de llorar dignamente el mal que hemos cometido, y de servirte fervorosamente en todo con espíritu de humildad y con el propósito de buena voluntad. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

Invocación

¡Oh buen Jesús!, haz que yo sea sacerdote según Tu corazón.

Oración a Jesucristo

Jesús justísimo, tú que con singular benevolencia me has llamado, entre millares de hombres, a tu secuela y a la excelente dignidad sacerdotal, concédeme, te pido, tu fuerza divina para que pueda cumplir en el modo justo mi ministerio. Te suplico, Señor Jesús de hacer revivir en mí, hoy y siempre, tu gracia, que me ha sido dada por la imposición de las manos del obispo. Oh médico potentísimo de las almas, cúrame de manera tal que no caiga nuevamente en los vicios y escape de cada pecado y pueda complacerte hasta mi muerte. Amén.

Oración para suplicar la gracia de custodiar la castidad

Señor Jesucristo, esposo de mi alma, delicia de mi corazón, más bien corazón mío y alma mía, frente a ti me postro de rodillas, rogándote y suplicándote con todo mi fervor de concederme preservar la fe que me has dado de manera solemne. Por ello, Jesús dulcísimo, que yo rechace cada impiedad, que sea siempre extraño a los deseos carnales y a las concupiscencias terrenas, que combaten contra el alma y que, con tu ayuda, conserve íntegra la castidad.

¡Oh santísima e inmaculada Virgen María!, Virgen de las vírgenes y Madre nuestra amantísima, purifica cada día mi corazón y mi alma, pide por mí el temor del Señor y una particular desconfianza en mis propias fuerzas.

San José, custodio de la virginidad de María, custodia mi alma de cada pecado.

Todas ustedes Vírgenes santas, que siguen por doquier al Cordero divino, sean siempre premurosas con respecto a mí pecador para que no peque en pensamientos, palabras u obras y nunca me aleje del castísimo corazón de Jesús. Amén

Oración por los sacerdotes

Señor Jesús, presente en el Santísimo Sacramento,

que quisiste perpetuarte entre nosotros

por medio de tus Sacerdotes,

haz que sus palabras sean sólo las tuyas,

que sus gestos sean los tuyos,

que su vida sea fiel reflejo de la tuya.

Que ellos sean los hombres que hablen a Dios de los hombres

y hablen a los hombres de Dios.

Que non tengan miedo al servicio,

sirviendo a la Iglesia como Ella quiere ser servida.

Que sean hombres, testigos del eterno en nuestro tiempo,

caminando por las sendas de la historia con tu mismo paso

y haciendo el bien a todos.

Que sean fieles a sus compromisos,

celosos de su vocación y de su entrega,

claros espejos de la propia identidad

y que vivan con la alegría del don recibido.

Te lo pido por tu Madre Santa María:

Ella que estuvo presente en tu vida

estará siempre presente en la vida de tus sacerdotes. Amen

[Traducción distribuida por la Congregación para el Clero]